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Drácula, de Bram Stoker. |
Después de saber, con mucha alegría, que mi reseña anterior
sobre Frankenstein, en esta misma sección, había gustado mucho, decidí retomar
esta temática y traer un clásico muy conocido en cuanto a la trama principal,
pero que no es valorado, creo, por lo que representa como expresión de las
contradicciones de la época en la que fue escrito. Me gustaría que veamos que
Drácula no es simplemente la historia de un vampiro que mataba damiselas bellas
para robarles su sangre y así alimentarse, sino mucho más que eso.
Para situarnos, les cuento que Drácula fue escrito en 1897
por el irlandés Bram Stoker, y puede encuadrarse dentro de lo que se llamó novela
gótica, ya que cumple con varias de sus características principales: el ambiente lúgubre, la presencia constante de
ciertos elementos de la naturaleza, como la niebla y las tormentas, la visita a
cementerios y castillos oscuros, las supersticiones y hechos sobrenaturales,
etc. En cuanto a las supersticiones, hay que tener en cuenta que el personaje
de Drácula es el resultado de la suma de varias tradiciones populares que han
sobrevivido en el tiempo: el ser no vivo, que solo puede eliminarse a partir de
ciertas acciones heroicas; la alimentación que consta solo de sangre extraída
de las víctimas, quienes en consecuencia se convierten a su especie; el vivir
exclusivamente de noche y tener la capacidad de adquirir otras formas: lobo,
murciélago o niebla; no poder exponerse a la luz solar, los cursos de agua o
ciertos antídotos, como el ajo, la rosa silvestre o alguno símbolos religiosos.
Y justamente, este ambiente sobrenatural que invade el
libro está íntimamente relacionado con la necesidad de expresar aquello que no
podía ser dicho. Casi como una consecuencia natural de la racionalidad, la
moral y el orden que proclamaba la época victoriana, Bram Stoker le da un lugar
en esta obra a lo inexplicable y lo reprimido: los sueños, la locura, los bajos
instintos, los miedos y la muerte.
Lo curioso, o paradójico, es que esto lo hace utilizando
los géneros clásicos por excelencia para relatar hechos reales, biografías,
etc., como el género epistolar (cartas, documentos), recortes de periódicos, y
diarios íntimos de los personajes principales. De esta manera, el autor les da
un marco de credibilidad a unos hechos más que increíbles. Es decir, no hay un
narrador que nos cuente la historia de Drácula, sino que, a partir de los
diarios íntimos de los distintos personajes, y otros documentos, se va tejiendo
la trama.
Por otra parte, el personaje del médico (el Dr Van Helsing),
como los investigadores de las novelas detectivescas, contrapone al espacio
mágico del mundo del vampiro, la realidad cotidiana y la racionalidad
victoriana, resolviendo los conflictos a través de sus conocimientos e
investigaciones. Así, el autor parece equilibrar, tanto en la forma como en el
fondo, las contradicciones de la época: el vampiro con el médico, lo
sobrenatural con la ciencia, lo increíble con la credibilidad de la
experiencia. Y de esta manera también, encuentra una forma posible para
construir una obra publicable, al encuadrarse dentro de las normas de la época.
Es importante mencionar también que, como es fácil suponer,
cuando fue publicado, Drácula no tuvo mucha aceptación por parte de
la crítica. Sin embargo, Bram Stoker supo captar el gusto del público que
encontraba en las historias de horror, no solo entretenimiento, sino también un escape a tanta rigidez.
Para aquellos que no saben si leer Drácula o no porque es
un clásico, les digo que no lo duden porque es un libro sencillo de leer,
entretenido, con mucha acción y diferentes enredos que lo hacen muy ágil. No
voy a contar la trama porque básicamente ya se conoce, pero sí quise mostrar brevemente en esta revisión, que es muchísimo más interesante que la reducción que uno ve en las adaptaciones
al cine, y mucho más profunda también.
Espero sus comentarios, de los que ya lo leyeron, a ver qué
les pareció, y de los que no, si es que mi reseña los motiva a hacerlo. ¡Gracias
por leerme y buen fin de semana!